Los movimientos migratorios, por razones laborales o formativas, han sido, históricamente, objeto de reconocido análisis desde la Economía. En los últimos cincuenta años, la preocupación ha transcendido ese ámbito científico convirtiéndose, si bien con menos fuerza y expansión, en tópico trabajado desde la Pedagogía. La internacionalización de la educación, de sus instituciones y títulos, ha contribuido a un proceso migratorio que, pudiendo ser positivo, se ha tornado en una puerta abierta al abandono de talentos de aquellos países con menos posibilidades de absorción de mentes. Distinguimos, por tanto, entre intercambio -como factor recomendable, de crecimiento, aprendizaje y retorno- y fuga o abandono -como resultado de un proceso de movilidad unidireccional no retornable-. El estudio del documento “The Global Talent Competitiveness Index 2015-2016 (GTCI). Talent Attraction and International Mobility”, publicado hace tan solo unos meses, nos permite cuestionamos por qué España se perfila como uno de los países que más “favorece” la salida nacional de cerebros comparando esta situación con la de otros países de la Unión. Para ello, recurrimos al análisis de las estrategias y políticas de retención de cerebros que están promoviendo los Estados más preocupados con el abandono de talentos.
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